¿Un tropezón no es caída?

¡Acabo de darme un porrazo padre!

Salía re contenta de mi oficina porque había sol, el que nos ha sido esquivo ultimamente, y de repente todo lo que llevaba en las manos vuela por el aire, cartera, cámara de fotos y la infaltable bolsa con N cosas que acarreo.

Me pegué un patinazo y obviamente mi cuerpo acompañó -cual cañita voladora- a las cosas mencionadas.

Tuve tanta suerte que en lugar de caerme en un lugar alejado de curiosos, me desparramé poco menos que a los pies del guardia, quien corrió presuroso a ayudarme mientras tanto yo dudaba entre putear, llorar de lo que me dolía la rodilla y revisar que no se me hubieran roto los lentes de sol que tanto quiero.

Él muy amable me dijo: ¿La ayudo? y acotó: Tiraron un líquido para sacar las manchas que dejan los zapatos de goma (viscoso y transparente como el Trenet).

Contuve las puteadas que pugnaban por salir de mi boca y dije lo más gentilmente que pude ¿Porqué no avisan? ¡Es un peligro! Todo esto mientras el juntaba mis petates y me daba una mano para que pudiera levantarme.

Ni les cuento cuando vi bien la cantidad de líquido que había desparramado, el cual obviamente quedó en mis pantalones y ruego que no los deje agujereados como con ácido o como blanqueados con lavandina.

Me fui despidiendo mientras él me decía, ahora le aviso a la chica lo que pasó para que lo limpie. ¡A buena hora! pensaba yo.

Así que la tarde de sol se me nubló porque venía manejando a casa sintiendo como me latían las rodillas y empezaban a dolerme "en serio".

Sniffff... Sniffff