Mirando por la ventana

Este encierro al que me veo -circunstancialmente- obligada, me transformó en una vouyerista amateur.

Mis traslados se ven reducidos a los metros del departamento de mi amiga y recupero mi libertad exclusivamente para ir al médico, luego de lo cual vuelvo a mi cárcel de lujo.

Ayer cambié de habitación y puse la máquina en una mesita que está pegada a la ventana, desde esta posición tengo una visión más clara de lo que me rodea ya que desde donde duermo la copa de los árboles es mi única vista sin tener que asomarme.

Al rato de estar sentada unas voces llamaron mi atención y solo tuve que estirar mi cuello para ver una terraza vecina, disimuladamente primero y descaradamente después, me puse en el rol de fisgona.

Eran tres jóvenes que bajo el rayo de sol estaban desarmando una pelopincho o marca similar (no describiré los movimientos porque ya se los imaginan), sin embargo me sorprendió poderosamente el tiempo que le dedicaban a una parte del piso de dicha terraza.

Uno con una espátula lo rasqueteaba, el segundo con un escobillon lo fregaba y el tercero tiraba agua con la manguera, estuvieron así por más de dos horas, le comenté esta situación a mi amiga y ya eramos dos observando los movimientos y tratando de sacar una conclusión respecto de la macana que se habrían mandado.

En efecto, para esas horas ya era una macana que trataban -insistentemente- de solucionar.

Resumiendo, con dificultad lo lograron y finalmente como retribución comenzaron a mojarse con la manguera para luego sentarse a secarse bajo el tórrido febo, encendiendo un cigarrillo cual publicidad de Camel.

Mientras escribo este post, relojeo la terraza en cuestión y como novedad se muestra ante mis ojos una hamaca paraguaya, vacía por el momento.

Ojalá que ninguno de los tres lea este blog.